¿Te ha pasado que te pasas horas puliendo una presentación que nadie va a leer completa? O que entregas un informe “como salga” porque ya tienes otra cosa encima. Ni lo uno ni lo otro suenan bien, ¿cierto?
En el trabajo, solemos movernos entre dos extremos: el del perfeccionista, que no suelta nada hasta que está impecable, y el del “cumplidor express”, que va tachando pendientes con lo mínimo viable. Uno corre el riesgo de ahogarse en los detalles; el otro, de perder credibilidad por entregar cosas a medias.
La clave está en identificar el impacto de lo que estás haciendo. ¿Es un documento estratégico que se presentará a dirección? Vale la pena pulirlo. ¿Es una minuta para uso interno? Que sea clara y cumple. No se trata de hacer todo perfecto ni todo rápido. Se trata de saber qué merece perfección y qué puede quedarse en "bien hecho y a tiempo".
EL RETO DE LA SEMANA
Identifica si tiendes a ser más perfeccionista o más “cumplidor express” y durante esta semana, trata de neutralizar esa tendencia natural, buscando que cada tarea tenga la calidad que realmente necesita.

