Ser creativo es tener ideas. Ser innovador es hacer que esas ideas funcionen en el mundo real. Y en el entorno corporativo, eso marca la diferencia.
La innovación no aparece en laboratorios secretos ni en sesiones de lluvia de ideas con post-its de colores. Muchas veces, nace en medio de una queja, una frustración o una necesidad no resuelta. Pero para verla, hay que cambiar el chip.
Cuando en lugar de quejarnos por el mismo problema de siempre, nos preguntamos: ¿y si esto pudiera funcionar mejor?, estamos abriendo la puerta a la innovación. Escuchar los reclamos del cliente, notar los cuellos de botella del equipo, identificar lo que incomoda… todo eso son pistas, no obstáculos.
EL RETO DE LA SEMANA
Esta semana piensa en algo que te molesta de tu trabajo. En vez de ignorarlo, pregúntate: ¿cómo podría hacerlo más simple, más rápido o más útil? Tal vez ahí esté tu próxima gran innovación.
Excelente para reflexionar.