No es la chispa lo que mantiene vivo un incendio… es el combustible. Lo mismo pasa con el enojo. Un comentario, un gesto, una omisión pueden activar tu amígdala y desatar la emoción. Pero lo que convierte ese momento en un conflicto largo y doloroso no es lo que pasó, sino lo que tu mente hace después.
La neurocientífica Jill Bolte Taylor descubrió que una emoción como el enojo dura solo 90 segundos… si no la alimentas. Pero ahí entra tu “loca Juana”, esa vocecita interna que te repite lo que el otro hizo mal, lo injusto que fue todo, lo que deberías haber dicho. Así, sin darte cuenta, tú mismo estás echándole leña al fuego.
¿Y si no lo hicieras? ¿Y si eliges pausar, dar un paso atrás, y dejar que la emoción se enfríe antes de reaccionar? Puedes respirar profundo, salir a caminar, escribir lo que sientes o simplemente guardar silencio por un momento. Observa como la emoción se diluye. Son 90 segundos.
No se trata de ignorar lo que sientes, sino de darte el espacio para procesarlo con claridad. Porque cuando baja el fuego, aparece la perspectiva.
EL RETO DE LA SEMANA
Identifica un enojo reciente. Respira hondo, háblale a tu loca Juana y dile: “Gracias por querer protegerme, pero esta vez voy a dejar que se me pase antes de hacer algo”. Verás cómo el fuego se apaga sin más.
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