La guerra comienza con el que se defiende

Todos conocemos a alguien que podríamos etiquetar como "difícil". Esa persona que parece tener un máster en tocar fibras sensibles, provocar discusiones o, simplemente, hacer que respires profundo cada vez que aparece.

Pero aquí viene una verdad dura de aceptar: lo difícil no es esa persona, sino la manera en que reaccionamos a ella. Porque, spoiler alert, nadie tiene poder sobre tus emociones... a menos que se lo entregues con un moño. Y ahí es cuando empieza la guerra: en la defensa del que se defiende.

Las guerras emocionales funcionan como una partida de ping pong. Alguien lanza un "ataque", tú respondes, ellos devuelven, y de repente estás en un duelo sin fin, donde lo único que logras es un desgaste monumental.

Pero aquí está el truco: si no devuelves la pelota, no hay partido. La sabiduría está en no reaccionar impulsivamente, en detenerte un segundo antes de soltar esa frase hiriente o ponerte a la defensiva.

¡¡Ojo!! No se trata de "aguantar" ni de ser un mártir; se trata de darte cuenta de que, si no alimentas el fuego, no hay incendio.

Y aquí viene lo bonito: cuando dejas de reaccionar, empiezas a recuperar tu poder. Tratar con personas difíciles no es resolverlas ni cambiarlas (spoiler número dos: no puedes). Es un trabajo interno. Es aprender a ver más allá de las palabras o acciones de los demás y entender que tu reacción es lo único que controlas. Cuando dominas eso, el supuesto "ataque" pierde fuerza, y tú ganas claridad.

Así que la próxima vez que te encuentres con alguien "difícil", recuerda: no es una guerra, a menos que elijas entrar en batalla. Y la verdadera sabiduría está en no hacerlo.

EL RETO DE LA SEMANA

¿Qué tal si esta semana decides no entrar en el partido con esa persona “difícil” que te desafía cada vez?

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