Ser auto suficiente… ser capaz no solo de tomar nuestras propias decisiones sino de llevarlas a cabo… tener la fuerza para enfrentar las consecuencias… poder con los problemas que se nos aparecen en el camino…
Todo eso hace parte de crecer, de madurar, de entrar en la adultez y suelen ser creencias que nos impulsan a dar lo mejor de nosotros, a demostrar que somos capaces y que nosotros solos podemos salir adelante.
Con eso en mi mente y con la voluntad a tope, atravesaba el final de mi adolescencia cuando, en medio de una crisis, mi papá me enseñó otra de sus perlas de sabiduría: hay que saber cuándo pedir ayuda.
Recuerdo que en ese momento me quedé completamente sorprendida ¿No se supone que, si eres adulto, ya no necesitas ayuda y tu solo puedes (y debes) solucionar tus problemas? Le pregunté y él me dijo: se necesita sabiduría para reconocer que necesitamos ayuda y valentía para pedirla. Para eso se necesita madurez.
Como todas las realidades sabias y profundas, esta es una de esas que uno entiende conceptualmente al vuelo pero que tiene tantas aristas que, incorporarla como una verdad en tu vida, requiere asentarse y practicarse.
Por ejemplo, aprender a pedir ayuda cuando tenemos que tomar una decisión; o cuando nos sentimos agobiados de trabajo y sin tiempo; o cuando estamos en una relación complicada con algún compañero de trabajo; o cuando vemos que el deadline se acerca y sabemos que no se va a cumplir.
Esos son ejemplos de algunas situaciones que tendemos a seguir “manejando” solos, y de las cuales podríamos salir si nos diéramos cuenta de que es más fácil si pedimos ayuda. ¿A quién? A nuestro jefe, a nuestros colaboradores, a nuestros compañeros, al área de talento humano… para empezar. La gente de tu misma empresa es la ideal como fuente primaria de ayuda y seguro te ayudarán a encontrar salidas y soluciones de manera sencilla.
Si no sabes por dónde comenzar porque tienes demasiadas cosa que hacer, pregúntale a tu jefe para que puedan juntos definir prioridades. No esperes a que llegue la gota que derrame la copa.
¡Es de sabios pedir ayuda! Si sumas esta creencia a las primeras que mencioné en este artículo, entonces si vas a ser capaz y todo se vuelve posible.
EL RETO DE LA SEMANA
Esta semana vas a identificar en qué áreas o situaciones te vendría bien un poco de ayuda, o en cuales te facilitaría el camino una mirada diferente, o en cuales te aportaría mucho una guía clara. Luego vas a lanzarte a preguntar, a pedir ayuda. Eso, lejos de volverte vulnerable, te hace más fuerte.
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Suena tan sencillo y fácil «pedir ayuda», pero en algunas circunstancias nos cuesta mucho. Que reflexión tan importante y profunda. Muy pertinente en la vida laboral como en la personal. Gracias