Toda la familia lo sabe. Especialmente mi primo Manuel. Él hace unas buenas tartas (casi tan buenas como las mías).
Hace poco descubrí que mis tartas terminan en la basura. No por malas. No porque a la abuela no le gusten, sino porque yo se las llevo los domingos y Manuel, que la visita los sábados, no falla con su tarta.
La abuela siempre me la recibe con una sonrisa y agradecimiento. Pero claro, a su edad la vida no da como para comerse doble ración de tarta cada semana. Y la mía, a la basura.
Pero eso no es lo peor.
Lo peor es que descubrí que el trabajo está lleno de personas como mi primo Manuel. Gente que hace los mismos reportes que yo hago, para las mismas personas. Y así como mi abuela, que nunca nos dijo a ninguno de los dos que recibía doble tarta, en el trabajo tampoco me entero de que muchas veces mis reportes son redundantes. Tanto trabajo… a la basura.
Y claro, yo tampoco le pregunté ni a la abuela, ni a los receptores de mis reportes si ya tenían suficiente tarta, si ya tenían esa información. Yo me enfocaba en demostrar mi cariño a la abuela y demostrar mi profesionalismo a mis compañeros. Pero lo único que hacía era recibir un gracias y perder el tiempo.
Ya no le llevo tartas a la abuela. Ahora le demuestro mi cariño de otra manera. Y tampoco hago reportes que nadie lee. Demuestro mi profesionalismo de otra manera.
¿Y tú? ¿estás llevando tartas a quién no las necesita?
EL RETO DE LA SEMANA
Esta semana tu reto es descubrir tus tartas. Analiza los reportes que haces, pregúntale a quien los recibe qué tanto los utiliza y asegúrate de que no esté recibiendo la misma información por otra parte. Asegúrate de que no estás haciendo un trabajo que se desperdicia.
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Incluso dejas de hacerlos y no lo notan