Odio tener que decir esto, pero…
Con todo respeto tengo que decirte que…
A ver, no quiero sonar grosero, pero…
¿Qué sientes cuando alguien comienza a hablarte utilizando una de esas intros?
No se trata solo de lo que sientes, ¿qué pensamientos pasan por tu cabeza en el instante siguiente?
La Loca Juana, esa voz que arma historias en tu cabeza, se alborota y en un instante, antes de que la persona siga con lo que te va a decir, ha generado una docena de hipótesis terribles sobre lo que sigue.
Tu cuerpo genera adrenalina y cortisol. La persona que tienes enfrente se convierte en tu enemiga, en alguien desagradable y te preparas para lo peor.
Durante el tiempo que viví en México adquirí un nuevo trauma. Allá, cuando alguien se aproxima y comienza la conversación con un “¿Qué crees?”… lo que viene es siempre una mala noticia. ¿Qué crees?, perdí tus llaves, ¿Qué crees? no te pude conseguir la información que necesitabas, ¿Qué crees? se murió tu mamá (bueno… eso es lo que uno se imagina después de un ¿Qué crees?).
Las intros suelen ser peores que las malas noticias que le siguen. Así que cuando seas tú quien tiene que dar una mala noticia, omítelas. Si vas a decir algo, dilo, sin preámbulos.
Esos preámbulos provienen de una buena intención. “Te voy a hacer daño, me siento culpable, pero aún así lo voy a hacer”. Crees que expresar tu culpa hace menos dura la noticia, pero logras el efecto contrario: la persona en su mente se crea varias historias, seguramente peores que la noticia que vas a darle, y le generas mucha más angustia y ansiedad de la necesaria.
Así que olvídate de “Lo que te voy a decir no te va a gustar” o “esto me duele más a mí que a ti”. Ve directo al grano.
Las malas noticias no necesitan intro. “No alcanzamos la meta”, “El invitado canceló”, “No me gustó la forma en la que me hablaste”… lo que sea. Sin anuncios, sin preámbulos.
Ya con las cartas sobre la mesa ambos se pueden centrar en enfrentar la situación y resolverla de la mejor manera posible.
EL RETO DE LA SEMANA
Esta semana omite las intros. Inclusive frases como “¿te puedo interrumpir?”… ya para qué lo dices, ya interrumpiste. Nada de preámbulos, vamos a practicar ir al grano, sin rodeos.
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