Desarrollar el neocórtex tomó al ser humano dos millones de años de evolución. Una estructura cerebral que nos permite, entre muchas otras cosas, contar con un simulador de experiencias que en ningún otro animal funciona de esta forma.
Así como los pilotos utilizan los simuladores para aprender a volar aviones, utilizamos nuestro simulador de experiencias, por ejemplo, para crear cosas en la mente antes de convertirlas en realidad, imaginar un plato antes de cocinarlo o generar un plan de acción para resolver un problema.
Y uno de los principales usos que le damos es el de prepararnos para lo que pueda pasar. Ante una circunstancia específica, tenemos la capacidad de lanzar el simulador, como quien pilotea un avión y ver las posibles consecuencias y desenlaces.
El único problema es que ese avión ✈ está piloteado por la Loca Juana.
La Loca Juana es esa voz interior que todos llevamos dentro. Es pesimista, exagerada, dramática y siempre busca el lado negativo de las situaciones y de las personas.
Es un mecanismo que nuestro cerebro utiliza para sobrevivir. Para identificar amenazas y prepararnos para defendernos o salir corriendo.
Lo malo, es que es muy desagradable sentir miedo y la Loca Juana, con su capacidad de estrellar el avión frente a cualquier circunstancia, es decir, encontrar siempre el peor posible desenlace de cualquier situación, destruye nuestra felicidad y nos impide estar bien, aquí y ahora. Nos mete en un viaje a un futuro que no existe ni existirá.
Por muy sofisticado que sea nuestro simulador, es pésimo a la hora de predecir el futuro. Las tragedias que la Loca Juana nos anuncia, rara vez suceden y cuando pasan, no son tan terribles.
Desafortunadamente no puedes despedir a la Loca Juana. Será tu compañera de por vida y su mayor afición es volar ese simulador. Lo que sí puedes es hacer consciencia de que es tan solo un simulador y que en realidad nada de lo que te dice la Loca Juana está sucediendo.
EL RETO PARA ESTA SEMANA:
Durante esta semana, haz conciencia de tu simulador y de tu Loca Juana. Cada vez que te describa un desenlace trágico, en tu mente dile “gracias y todo va a estar bien”. Recuerda que al final, siempre, todo sale bien. Y confía en que una vez más, así será.
Inspirado en The surprising science of happiness de Dan Gilbert
