Las personas con las que es más interesante conversar son las que se muestran seguras y claras al expresarse, sin que rayen con la arrogancia.
El lenguaje es la ventana que muestra lo que llevas dentro. Y nada más atrayente e interesante que las personas que se expresan con firmeza y están convencidas de lo que dicen.
Mientras que cuando utilizamos un lenguaje en extremo cuidadoso, con la intención de demostrar una actitud de respeto por los demás, perdemos credibilidad y poder de persuasión.
“No sé qué piensen los demás, tengo la idea que uno o dos de los candidatos podrían tal vez ser los más indicados para ese puesto, claro, sin demeritar a los otros”.
El lenguaje poderoso significa utilizar palabras que muestran claramente lo que tú piensas. Ir al grano, poniendo sobre la mesa tu opinión, con actitud abierta a cambiarla si es el caso, hace que la discusión avance y hagas verdadero equipo:
“Yo creo que los mejores candidatos son Fausto Popoca y Maricarmen Urbina. Ambos tienen el perfil ideal para el cargo”.
El lenguaje poderoso implica asumir una posición y expresarla. Cuando todos tienen claro lo que piensas, el debate puede comenzar y las cosas avanzan. Habla con nombres, fechas y datos en lugar de generalidades. Inclusive, si no estás seguro de lo que piensas, dilo de manera firme: “No lo tengo claro. Inicialmente me inclino por Fausto y Maricarmen, pero no estoy seguro. ¿Ustedes qué opinan?”
Cuando utilizas un lenguaje débil, te expresas más largo de la cuenta y tu punto no queda claro. Recuerda: entre más te extiendes, menos te entienden.